Roger creció empero en un entorno de ganaderos y agricultores, en las afueras de Basilea. De ahí que sea un tipo sencillo, que no se siente a gusto entre ejecutivos con traje y maletín.
Primeros pasos en las canchas
Creció con la imagen en su memoria de dos grandes campeones en el All Tennis Club, Stefan Edberg y Boris Becker, cuando vio por televisión la final de Wimbledon que ambos disputaron en 1989. Agarró su primera raqueta a los ocho años, pero el fútbol y el hockey sobre hielo le mantuvieron indeciso hasta los catorce, en que se integró en la Federación Suiza de Tenis, donde lo pasó francamente mal porque lo sometieron a una intensa preparación en superficie sobre tierra.
Por entonces tenía un carácter insoportable, tanto, que cuando entrenaba en los centros de alto rendimiento de Ecubles, en la zona alemana, o de Bienne, en la francesa, rompió infinidad de raquetas que lanzaba contra el suelo al fallar un golpe.
Entonces se cruzó en su trayectoria el técnico sueco Peter Lindgren, quien lo domesticó hasta que pudo controlar su ira. Fruto de ello y gracias a su excelente servicio y volea, pronto empezó a ganar torneos locales y nacionales. Cerró su etapa júnior en 1997, ganando la Orange Bowl ante el argentino Guillermo Coria. Era su primer año en la ATP, en la que empezó como el 700º del mundo, tras haber sido elegido el «Mejor Júnior» del año.
En 1998, con sólo diecisiete años debutó como profesional absoluto de la ATP. Aquel año disputó sólo cinco partidos, pero terminó en el número 302 del ranking, con lo que en un solo año había avanzado 398 puestos. El año siguiente puede considerarse el de su auténtico debut en el circuito mundial, porque jugó ya varios torneos importantes, entre ellos Roland Garros, Wimbledon, Miami y Montecarlo. Terminada, pues, la temporada 1999, pasó a ocupar el número 64 de la ATP.
El año 2000 fue también de aprendizaje, sobre todo mirándose en el espejo de su ídolo moderno, Pete Sampras, aunque el suizo es un jugador más versátil porque se adapta mejor a todo tipo de superficies, incluida la tierra. Aquella temporada ya empezó a superar las primeras rondas, e incluso alcanzó los octavos de final de Roland Garros.
Ascenso imparable
En 2001 confirmó que su proyección era imparable. Llegó a cuartos de final de los torneos en los que en 1999 no pasó de la primera ronda y, además, consiguió su primer título de la ATP, el Torneo de Milán, jugado bajo techo, y acabó 13º del ranking. Terminó la temporada siguiente como jugador revelación de 2002, considerado el año de su consolidación tras ganar los torneos de Viena y de Sydney, así como el Master Series de Hamburgo. Alcanzó, además, la final de Miami, pero falló en Wimbledon y en Roland Garros, lo que le impidió alcanzar el segundo puesto del ranking de la ATP. Quedó sexto.
Al concluir el año 2003, la estrella suiza terminó en el segundo puesto de la Carrera de Campeones de la ATP tras ganar siete torneos: su primer Grand Slam (Wimbledon), y los abiertos de Houston, Marsella, Dubai, Munich, Halle y Viena; es decir, en todas las superficies. Además, se proclamó campeón de la Masters Cup, al derrotar en la final a Andre Agassi por 6-3, 6-0 y 6-4.
El 13 de septiembre de 2004 se convirtió oficialmente en el campeón de la Carrera de Campeones de la ATP, clasificación en la que se puntúa la actuación en los más relevantes torneos del año. Desde la creación de la era Open en 1968, era el tenista que más pronto alcanzaba la primera plaza de esta clasificación.
De esta forma, Federer, que humilló al excelente jugador australiano Lleyton Hewitt en la final del Open de Estados Unidos (6-0, 7-6 (7-3) y 6-0), le arrebató también la primera plaza del ranking mundial (número uno del mundo) al estadounidense Andy Roddick, quizás los dos únicos tenistas, junto al español Juan Carlos Ferrero, que pudieran hacerle sombra en esa nueva década del siglo XXI. Además de ganar en Estados Unidos, conquistó otros dos Grand Slam (Australia y Wimbledon), cinco Masters Series (Indian Wells, Hamburgo, Dubai, Gstaad y Toronto) y la Masters Cup de Houston.
Desde la creación de la ATP, en 1990, Federer, con sus tres Grand Slam, se convirtió en el segundo tenista en conquistar en una misma temporada tres de los cuatro torneos grandes, desde que en 1988 lo consiguiera el sueco Mats Wilander. Antes, cuando no había tanta profesionalidad, también lo consiguieron Tony Trabert (1955), Lew Hoad (1956), Ashley Cooper (1958), Roy Emerson (1964) y Jimmy Connors (1974).A fines de 2003 Federer rompió con su entrenador, porque estaba convencido de que no necesitaba entrenador técnico: «Cuando estoy en la pista juego yo, no él. Aprendí tanto, que me sentí preparado para valerme por mí mismo, y por ello sólo utilizo un amigo como sparring», dijo. Por su parte, Lundgren comentó: «Se pasaba el día jugando a la PlayStation, y cuando algo le salía mal, no podía controlar su ira».
El heredero de Sampras
Desde que abandonó a su descubridor, Federer sólo recurre a su preparador físico, el suizo Pierre Paganini, y a su fisioterapeuta, el checo Pavel Kovak. En sus viajes por el circuito internacional lo acompañan sus padres y su novia, la ex tenista de origen eslovaco Miroslava Vavrinec, quien se encarga de las relaciones con la prensa. En 2003 rompió, además, con la poderosa organización IMG, para crear su propia compañía (RF), formada íntegramente por sus familiares y por los amigos que conforman su entorno, y que debutó en el mercado con la fragancia «RF-Roger Federer».
Federer tiene fijada su residencia en Munchenstein. Con su compatriota Martina Hingis, es el orgullo de Suiza, donde en 2003 fue elegido «Mejor Deportista del Año» y «Suizo del Año». Además, al término de aquella temporada la Asociación de Tenistas Profesionales lo proclamó «Mejor Jugador Europeo».
Es un fanático de la comida y los quesos italianos, y sus animales preferidos son el león y el tigre (aunque cuida con esmero a su vaca Juliette, que le regaló un aficionado suizo tras imponerse en el Torneo de Gstaad). Su música preferida es la de AC/DC y Lenny Kravitz, y es hincha del equipo de fútbol F. C. Basilea.
Compagina sus entrenamientos con la práctica de otros deportes, como el golf, el fútbol y el esquí alpino, y dedica algunos momentos a la marcha de la Fundación Roger Federer, que creó en diciembre de 2003 para atender a los niños desamparados de Sudáfrica que viven en New Brighton, cerca de Port Elizabeth, y promocionar el deporte entre los jóvenes.
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